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Es probable que la gran mayoría de la población no sepa que las vacunas pueden causar daños permanentes en sus hijos. Después de unas primeras búsquedas por Internet, me encontré de forma accidental con una página suiza con muy buena reputación: «Zentrum der Gesundheit» en Lucerna. Esta ofrece explicaciones en un lenguaje sencillo y comprensible para los profanos sobre los distintos aditivos contenidos en el suero inmunológico, los denominados adyuvantes de la vacuna. Si tiene hijos o nietos, le recomiendo encarecidamente que lea con mucha atención el siguiente artículo; el enlace al artículo original se incluye al final.

Mi propia área temática sigue siendo el «agua saludable y vital«. Sin embargo, se está amenazando de una forma tan espantosa la integridad de nuestros hijos que no quiero ocultarles esta información.

Por esa razón, a continuación se presenta el artículo de Carina Rehberg, verificado por el doctor en medicina Gert Dorschner, traducido al español.

Con cada vacunación, además de los patógenos debilitados, también entran en el cuerpo muchos aditivos, sin los cuales la vacuna no funcionaría. Estos aditivos conservan la vacuna o potencian su efecto sobre el sistema inmunitario. Sin embargo, los denominados adyuvantes de la vacuna no siempre actúan de la manera que uno desearía. También pueden tener efectos secundarios graves. Por lo tanto, lo más sensato sería eliminar estas sustancias una vez administrada la vacuna. ¿Pero cómo se pueden eliminar las vacunas?

Muchas personas ya solo aceptan las vacunas más imprescindibles para ellos mismos o sus hijos. Algunas personas incluso deciden no vacunarse en absoluto. Hay demasiada desconfianza sobre los posibles efectos secundarios.

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Se considera que los responsables de las consecuencias no deseadas de la vacunación son sobre todo los adyuvantes y no tanto las sustancias activas reales. Los adyuvantes son aditivos que se añaden a la vacuna por diversos motivos, pero que no son en absoluto saludables.

En consecuencia, la vacunación no solo puede tener efectos secundarios desagradables debido a la inyección de agentes patógenos debilitados, sino también porque los coadyuvantes administrados con la vacuna pueden causar daños agudos en el cuerpo; aunque con mucha mayor frecuencia los daños son más bien a largo plazo. Por esta razón, a los terapeutas holísticos y a los asesores sanitarios se les pregunta con frecuencia sobre las formas en que se podrían volver a eliminar estas vacunas.

A continuación, describimos cuáles son los adyuvantes más comunes contenidos en las vacunas.

Dos adyuvantes de la vacuna

Existen dos tipos de adyuvantes: los aditivos conservadores, que protegen la vacuna de la contaminación bacteriana, y los aditivos que actúan como potenciadores, cuyo objetivo es aumentar el efecto de la vacuna real en el sistema inmunitario y provocar una mayor formación de anticuerpos.

Esto significa que aparentemente los antígenos reales (es decir, los agentes patógenos debilitados o muertos o los componentes de los patógenos) por sí solos no son lo suficientemente fuertes para poner el sistema inmunitario en acción de manera que se pueda lograr la inmunidad vacunal deseada.

Vacunas del laboratorio de Frankenstein

Además de los adyuvantes, lógicamente la vacuna también contiene ciertas proteínas procedentes de las células en las que se cultivaron los patógenos. Las estirpes celulares adecuadas para este propósito son muy diferentes. Algunas estirpes celulares proceden de embriones de pollo, otras de células cancerosas caninas y otras de células renales de mono o incluso de fetos humanos abortados. Ninguna de estas variantes suena especialmente agradable.

Además de su dudoso origen, los componentes de las vacunas pueden desencadenar reacciones impredecibles en el cuerpo, especialmente en personas con predisposición a sufrir alergias, en personas con enfermedades crónicas (y, por tanto, con sistemas inmunitarios debilitados), en ancianos o en niños, cuyos sistemas inmunitarios están todavía en proceso de desarrollo.

Los efectos secundarios a corto plazo se describen en los prospectos de las respectivas vacunas. Suelen parecer inofensivas y rara vez comprenden más que hinchazón en el lugar de la inyección, cansancio y fiebre temporal.

En cambio, las consecuencias que pueden aparecer semanas, meses o incluso años después de la vacunación, no se mencionan en el prospecto.

Los ingredientes de las vacunas

Los aditivos ampliamente utilizados en las vacunas son los siguientes:

  • Tiomersal (compuesto de mercurio), se utiliza como conservante: el tiomersal ya no está presente en la mayoría de las vacunas pediátricas (aunque sí está en algunas), pero sí se puede encontrar en algunas vacunas para adultos y, por norma general, en la mayoría de las vacunas para animales.
  • Hidróxido de aluminio, potencia el efecto de la vacuna.
  • Escualeno, también potencia el efecto de la vacuna (p. ej., en la vacuna contra la gripe porcina), aunque se trata de un potenciador de nueva generación que podría sustituir cada vez más al hidróxido de aluminio en el futuro.
  • Residuos de antibióticos procedentes de la producción de vacunas para proteger los cultivos de la contaminación bacteriana.
  • Formaldehído para matar los patógenos.
  • Proteínas de embrión de pollo u otras proteínas, que se utilizan como medio de cultivo o como estirpes celulares en las que se cultivan ciertos virus.

Lamentablemente, todos los días ingerimos sustancias tóxicas, como el aluminio y el mercurio, a través de nuestra alimentación, el agua potable, los medicamentos, los cosméticos, así como los productos de higiene personal.

Cuando estas sustancias se ingieren (es decir, se toman por vía oral), pueden ser excretadas, aunque solo sea parcialmente, a través de los intestinos o los riñones.

Pero si entran en el cuerpo por un punto de entrada que no es natural, es decir, si se inyectan en el músculo (como sucede con las vacunas), el cuerpo solo puede excretarlas con mucha dificultad, dado que penetran directamente en el tejido, sin pasar por el sistema digestivo.

El compuesto de mercurio tiomersal es altamente tóxico

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El tiomersal es un compuesto de mercurio que en el pasado se utilizó principalmente como conservante en las vacunas. Últimamente, se está intentando sustituir el tiomersal por otras sustancias, con el argumento de que están clasificadas como altamente tóxicas para el «ecosistema» incluso en pequeñas cantidades.

Según la hoja de datos de seguridad de la empresa Merck, el tiomersal es muy tóxico cuando se inspira, se ingiere o entra en contacto con la piel. Es tóxico para los organismos acuáticos y debería mantenerse alejado de los alimentos, las bebidas y los piensos.

Mientras que el metilmercurio, una sustancia muy similar, se ha investigado exhaustivamente y se considera muy peligroso para nuestro cuerpo, parece que todavía no se ha profundizado lo suficiente en los efectos del tiomersal en el cuerpo y no existen estudios a largo plazo o resultados de investigación relevantes sobre esta sustancia, al menos ninguno al que pueda accederse libremente.

No obstante, un estudio en ratas puso de manifiesto que, al parecer, el tiomersal solo se excreta en pequeñas cantidades a través de los riñones y que, de hecho, se deposita predominantemente en el cerebro.

A pesar de ello, el tiomersal sigue estando presente en los viales de vacunas, de los que pueden extraerse varias dosis de vacuna. También es posible que el tiomersal se utilice en el propio proceso de elaboración de la vacuna para inhibir los gérmenes y, por lo tanto, no sea necesario declararlo en el prospecto.

A pesar de su toxicidad, el tiomersal se sigue utilizando como conservante en colirios, gotas óticas y gotas nasales y también en las soluciones de limpieza para lentes de contacto, así como en la industria cosmética.

Se sospecha que el tiomersal es en parte responsable de muchos casos de autismo y TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad). Y existen indicios que lo relacionan con la esclerosis múltiple.

Por ejemplo, después de la vacunación contra la hepatitis B en las escuelas francesas en la década de 1990, se presentaron síntomas similares a la esclerosis múltiple con una frecuencia superior a la media. Hasta entonces, se consideraba que la esclerosis múltiple era relativamente poco probable en la adolescencia. A raíz de ello, se suspendió la vacunación.

Por esa razón, es altamente recomendable eliminar inmediatamente las vacunas que contienen tiomersal, o el mercurio que incluyen, aplicando métodos holísticos.

Hidróxido de aluminio

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El hidróxido de aluminio es otro adyuvante. Se utiliza en vacunas con patógenos inactivados (también conocidas como vacunas muertas porque los patógenos que contienen están muertos por razones de seguridad) y su función es actuar como potenciador. El hidróxido de aluminio se disuelve con dificultad y con frecuencia es el responsable de la inflamación en el lugar de la inyección.

Se dice que, gracias a este compuesto de aluminio, la vacuna permanece más tiempo en su lugar, lo que facilita que sea reconocida por el sistema inmunitario y aumenta la respuesta inmunológica.

Lamentablemente, el hidróxido de aluminio no está exento de problemas y tiene fama de provocar efectos secundarios no solo de forma aguda, sino también a largo plazo, ya que es claramente tóxico para nuestro sistema nervioso.

Después de la guerra de Irak en la década de 1990, se descubrió que muchos soldados sufrían de síntomas como cansancio y debilidad crónica, dolores musculares y articulares, falta de memoria, embotamiento e incluso ataques epilépticos y trastornos neurológicos.

Estos padecimientos, conocidos como síndrome de la Guerra del Golfo, se atribuyeron principalmente, entre otras cosas, a las numerosas vacunas que los soldados recibieron antes de partir hacia la región en guerra.

Los médicos vienen observando desde hace algunos la aparición reiterada de la llamada miofascitis macrófaga en el lugar en el que se inyectó la vacuna. Se trata de un daño muscular causado por la acumulación de sales de aluminio en los músculos afectados. Como consecuencia de este proceso, puede producirse dolor, debilidad muscular y agotamiento crónico.

La supuesta relación entre el aluminio y la enfermedad de Alzheimer también ha sido confirmada recientemente por investigadores italianos, lo que no resulta sorprendente, teniendo en cuenta que se ha observado que los pacientes que requieren diálisis sufren de la denominada demencia de diálisis, que puede ser causada por las soluciones de diálisis que contienen aluminio.

Asimismo, el cuerpo médico alerta una y otra vez sobre la conexión que existe entre el síndrome de Guillain-Barré o la esclerosis múltiple y el hidróxido de aluminio. Ambas enfermedades afectan gravemente al sistema nervioso. El aluminio, que es una conocida neurotoxina, podría estar relacionado.

Ahora, imagínese el cerebro y el sistema nervioso todavía en desarrollo de un niño recién nacido. En sus primeras semanas y años de vida, este niño recibirá varias vacunas, de las cuales todas ellas contienen hidróxido de aluminio. Con una vacunación séxtuple, absorbe un promedio de 0,8 mg de aluminio, y además lo hace por un punto de entrada que no es natural como es el músculo.

Por esa razón, el aluminio también es uno de los ingredientes de las vacunas que debe volver a eliminarse urgentemente.

Escualeno

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El escualeno es una sustancia que, al igual que el hidróxido de aluminio, se utiliza en algunas vacunas como potenciador. Dado que el escualeno también se produce en el propio cuerpo humano y es importante para la producción de colesterol y algunas hormonas, en principio, la sustancia se tolera bien; esto es lo que se afirma constantemente.

Sin embargo, la vacunación introduce esta sustancia en el cuerpo de una manera no natural, por lo que es combatida por el sistema inmunitario. De hecho, este es precisamente el objetivo perseguido, ya que es lo que se supone que debe hacer un potenciador: ¡estimular el sistema inmunitario!

Lamentablemente, es posible que el sistema inmunitario pierda el control y se desarrollen procesos autoinmunes no deseados. En este caso, el sistema inmunitario ataca al propio tejido corporal, lo que puede conducir a una amplia variedad de enfermedades autoinmunes. Las personas afectadas suelen necesitar fuertes medicamentos con muchos efectos secundarios durante toda su vida, que inhiben constantemente el sistema inmunitario descarriado.

Ya en el año 2000, el American Journal of Pathology publicó los resultados de un estudio realizado con ratas según el cual el escualeno de las vacunas provocaba reumatismo (la denominada poliartritis crónica primaria), una enfermedad autoinmune de las articulaciones, después de una sola inyección intracutánea (en la piel).

Cuatro años más tarde, otros investigadores publicaron un estudio sobre «Procesos autoinmunes desencadenados por los adyuvantes de la vacuna» en la revista especializada Biomedicine and Pharmacotherapy.

Según el artículo, se habrían utilizado adyuvantes como el escualeno en vacunas para humanos y animales, a pesar de que aún no se conocía con exactitud su mecanismo de acción. Algunos informes de investigación habrían sugerido la existencia de una relación entre las vacunas y varias enfermedades autoinmunes, aseguraron los investigadores. La idea de su estudio era investigar más a fondo esta relación.

En sus posteriores experimentos en animales, una única inyección intraperitoneal de los adyuvantes mencionados anteriormente reveló la presencia de anticuerpos de lupus eritematoso, una grave enfermedad autoinmune que puede afectar a la piel o, en su forma sistémica, básicamente a todos los órganos.

Residuos de antibióticos

Las vacunas a veces también contienen residuos de antibióticos, como gentamicina, estreptomicina o neomicina.

Como se señala en la Lista Roja (directorio alemán de medicamentos), estos antibióticos pueden causar graves daños a los riñones y a la audición y no deben administrarse durante el embarazo y la lactancia. Puede provocar efectos secundarios en los riñones y el oído interno de bebés prematuros y recién nacidos.

Por eso, la gentamicina en realidad ya solo se utiliza para enfermedades oculares y gérmenes hospitalarios altamente peligrosos, mientras que la estreptomicina se utiliza principalmente en el tratamiento de la tuberculosis.

Aunque las vacunas solo contienen trazas de los antibióticos mencionados, también contribuyen al desarrollo no deseado de la resistencia a los agentes patógenos peligrosos.

Formaldehído

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El formaldehído es uno de los mutágenos más potentes que se conocen. Se utiliza en la elaboración de algunas vacunas para matar los patógenos y también por sus propiedades conservadoras.

Sorprendentemente, existen innumerables estudios acerca de la toxicidad y la carcinogenicidad (capacidad de causar cáncer) del formaldehído que se inhala, por ejemplo, cuando se evapora de muebles, revestimientos de suelos, textiles, etc.

En cambio, apenas hay informes científicos sobre el formaldehído inyectado directamente en el tejido, como se viene haciendo desde hace décadas con las vacunas.

En cualquier caso, el formaldehído que se inhala se considera un potente y peligroso veneno. Se dice que las cantidades de formaldehído contenidas en las vacunas son tan pequeñas que no puede ser dañino. De hecho, todos los años se vacunan a millones de niños que, en la mayoría de los casos, sobreviven bien a la vacunación.

No se realizan estudios acerca de la posible relación entre la aparición cada vez más frecuente de alergias, enfermedades autoinmunes, casos de cáncer, etc., y el formaldehído contenido en las vacunas, y si se realizaran dichos estudios, las secuelas tardías de este tipo no se reconocerían como consecuencia de las vacunaciones. Al fin y al cabo, ¿cómo se puede demostrar que las vacunas suministradas durante la infancia fueron la causa de tal o cual problema de salud años más tarde?

No obstante, en el informe final (del 2010) del Programa Nacional de Toxicología de los Estados Unidos (un proyecto del Departamento de Salud de los Estados Unidos para evaluar la toxicidad de todo tipo de sustancias) se puede leer que el formaldehído se combina en los tejidos con la forma activa del ácido fólico (una vitamina importante) y que genera cambios en el ADN.

Sí, el formaldehído incluso es uno de los mutágenos más potentes y eficaces que se conocen. Los mutágenos son influencias externas que cambian el material genético de un organismo porque provocan mutaciones en los cromosomas. Pero si se modifica el material genético de las células, en esa zona del cuerpo puede desarrollarse el cáncer.

Por eso, realmente no es deseable tener todos esos adyuvantes de la vacuna en el cuerpo. Esa es la razón por la que tantas personas se preguntan cuál es la mejor manera de deshacerse de una o varias de estas vacunas, es decir, cómo desintoxicarse de estas vacunaciones.»

https://www.zentrum-der-gesundheit.de/ausleitung-impfstoffe-ia.html

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El «Zentrum der Gesundheit» suizo aborda a continuación algunos métodos de eliminación. No obstante, también debería consultar a su médico o naturópata. El biofísico Andreas Kalcker https://andreaskalcker.com/ ha investigado esta cuestión detenidamente en el área de habla hispana. Se le permite hablar sobre los antecedentes médicos y las posibles formas de eliminar las toxinas con un médico con licencia o con un naturópata. Pero por razones legales, solo puede recomendar sus libros sobre el tema a las familias interesadas.

Nuestros hijos parecen formar parte de un experimento científico global sin placebos. En América se dice que uno de cada 25 niños vacunados presenta daños causados por la vacuna. ¡Es imposible que una persona normal conciba algo tan terrible!

Cualquiera que haya visto la película «VAXXED: del encubrimiento a la catástrofe» de Andrew Wakefield sobre este tema, primero tendrá problemas para creerse lo que se expone en la película. VAXXED es un inquietante documental sobre la historia del Dr. William Thompson, un informante que destapó un escándalo en el Centro para el control y la prevención de enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés). En 2004, este organismo investigó un posible vínculo entre las vacunaciones polivalentes y el desarrollo del autismo. Cuando los datos estadísticos del estudio sacaron a relucir resultados realmente alarmantes, el CDC manipuló los números para justificar que las vacunas son seguras.

Diez años después, los cineastas de VAXXED se arriesgaron al exponer el encubrimiento y hacer públicos los datos secretos. Entrevistas a personas con acceso a información confidencial, médicos, políticos y, sobre todo, los informes de los padres afectados evidencian la increíble magnitud y las devastadoras consecuencias para la humanidad y la salud… Una película que deberían ver los médicos, científicos y defensores de la vacunación para que comprendan el inmenso sufrimiento de los niños y las familias afectadas, así como la catástrofe que supondrá para las generaciones futuras.

¿Quién asume la responsabilidad si su hijo enferma? ¿Quién asume la responsabilidad si su hijo no tolera la vacuna? ¿El médico? ¿El naturópata? ¿El defensor? ¿El oponente? ¿Quién se hace responsable de la vida de su hijo? ¿Quién tiene interés en la salud global hoy por hoy? ¿Una industria que vive de las enfermedades?

Marion Kuprat.-

Traducción: www.claudiafischer.es

www.marionkuprat.com

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